Nuestro pan de cada día

Los pueblos pequeños sobrellevan mal los conflictos que les imponían los países y religiones más grandes y poderosos, el cristianismo oriental y el occidental. El mosaico balcánico ofrece ejemplos trágicos de ello. Muchas tribus vivían en este espacio entre la influencia bizantina y la romana. Se ha dicho casi todo sobre las relaciones entre católicos y ortodoxos, croatas, serbios, montenegrinos, eslovenos, macedonios. La experiencia de los albaneses merece también ser contada. Sus antepasados, ilirios o ta vez en parte tracios, se convirtieron primero al cristianismo, y luego una gran mayoría adoptó el islam. Sin embargo, los credos los dividieron menos que a sus vecinos. Eran y continuaron siendo ante todo albaneses o shqiptarët, como se denominan a sí mismos, y sólo después seguidores del cristianismo de rito occidental u oriental o, en particular, del islam. Al pan lo llaman bukë. Al más negro lo denominan bukë e zezë. Las generaciones pobres y famélicas juraban con él como si fuera una divinidad: pasta bukën, «te lo juro por mi pan». Nadie excepto ellos llama al pan con este nombre, ni en los Balcanes ni en ninguna otra parte. No se sabe cómo surgió, si podría ser de origen ilirio o tracio, o cuánto tiene de latín o veneciano. Su raíz viene probablemente de la palabra bocca («boca, bocado»). Bucca panis, escribió en una ocasión el magistar elegantiae Petronio.

Voltaire escribió con ironía acerca de la «blasfemia extravagante» que supone decir que tres dioses forman un dios y comerse al dios que se adora, digerirlo y convertirlo en heces. Tolstói describió en Resurrección a un sacerdote ortodoxo: «Empezó el servicio religioso. Consistía en que un sacerdote, con una extraña e incómoda vestidura de terciopelo, cortaba y disponía trocitos de pan en un platillo, después los colocaba con una copa de vino, pronunciando al mismo tiempo distintos nombres y oraciones […] La base del servicio religioso estribaba en creer que los pedacitos de pan cortados y colocados en la copa de vino se convertían –por determinadas manipulaciones y rezos– en cuerpo y sangre de Nuestro Señor Jesucristo […] Lo que principalmente afirmaba la credulidad en esta fe era el hecho de que llevaba dieciocho años cumpliendo sus preceptos, por lo que cobraba un sueldo para mantener a su familia: a su hijo en el instituto y a su hija en una residencia religiosa».

Aunque creía en Cristo, a Lev Tolstói lo excomulgaron de la Iglesia rusa.

El orden feudal no quiso renunciar a sus privilegios. El poder y la influencia en la sociedad, la posición y la jerarquía marcaron los nombres y los tipos de pan. La terminología francesa es ejemplar en este sentido: pain de cour, en la corte; pain de pape, en la curia y la diócesis; pain de sacrisitie o de chapitre, en la sacristía y el capítulo; pain de chevalier, en el hogar del noble; pain d’écuyer, en la mesa del mozo de cuadra; pain de boulander, más barato y modesto, en la panadería corriente. La secularización y laicización que indujeron los movimientos ilustrados en diversos países de Europa –Lumières, Enlightenmen, Aufklärung– fomentaron nuevas maneras de ver el mundo y la propia fe. Aparecieron diferentes concepciones del pan, de la necesidad de él, del derecho de él.

 

 

 

pan
Predrag Matvejević
Nuestro pan de cada día (2013)
Acantilado, Quaderns Crema, S.A.U., Barcelona, 190pp
Traducción del croata de Luisa Fernanda Garrido y Tihomir Pistelek

Predrag Matvejević (Mostar, Bosnia-Herzegovina, 2 de octubre de 1932 – Zagreb, Croacia, 2 de febrero de 2017) fue un intelectual, ensayista y narrador bosnio-croata naturalizado italiano. Sus obras, escritas en croata y en francés, son consideradas una denuncia de la guerra y la depuración étnica en la antigua Yugoslavia.

Profesor titular del Departamento de Lengua y Literatura Eslavas en la Universidad La Sapienza de Roma, enseñó también en La Sorbona (París), viviendo «entre el asilo y el exilio», como declaró en alguna ocasión. Se le conoció por sus reflexiones sobre Estética, Historia del arte y Literatura, y por su compromiso personal e intelectual con la identidad euro-mediterránea. Entre sus trabajos más conocidos destaca su original Breviario mediterráneo (1989), obra maestra traducida a una veintena de idiomas, que transgrede los límites del ensayo, la novela postmoderna o el relato de viajes, reconstruyendo la historia geopolítica y espiritual de este mar y los territorios que baña. Otros títulos sobresalientes de su obra son Para una poética del acontecimiento (1979), Epistolario de la otra Europa, Le Monde «ex», Confessions (1996), La otra Venecia (2004) o la compilación Ex-Yugoslavia: Los señores de la guerra.

Columnista habitual en la prensa española, en su presencia en este país Matvejevićh ha compatibilizado su labor intelectual con su compromiso político, por medio de una activa participación en ciclos, mesas redondas y eventos promovidos por instituciones culturales como la Residencia de Estudiantes, el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona o el Círculo de Bellas Artes, y de cooperación internacional como la Fundación Tres Culturas. Su decidida vocación mediterránea lo llevó a colaborar, promover y firmar la Declaración de Sevilla (2004) o el Manifiesto por las alianzas entre civilizaciones, en apoyo a la Alianza de Civilizaciones promovida por Naciones Unidas y el Gobierno de España.

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