Sofía o el origen de todas las historias

El hermano de Aída se había ahogado en el mar durante una travesía. La madre adoraba a su hijo y perdió la fe en Dios.

–¿Por qué me has quitado a mi hijo? –clamaba, mirando al cielo–. Tú no eres un Dios misericordioso. También abandonaste a tu hijo. ¡Traidor sin corazón! ¡Te odio! Te odio, ¿me oyes?

Lloro durante días, semanas, tal vez incluso meses. Aída no recordaba cuánto tiempo pasó hasta que su madre perdió la razón llorando. El padre se tragó su propia pena e intentó consolar con ternura y abnegación a su esposa, pero fue en vano. Ella ya no reconocía a nadie, ni a su marido ni a Aída.

–¿Por qué no la llevas a un hospital o a un asilo de ancianos para que la cuiden? Ya no te conoce –le decía Aída a su padre.

–Pero yo sí la reconozco, hija mía –respondía él, besando en la frente a su esposa, que miraba hacia la lejanía y no se percataba de su presencia.

Por temor a que atentara contra su propia vida, su padre le encargó a una anciana tía que la vigilase junto con Aída hasta que él regresaba del trabajo por la tarde. Ya no quería visitar a amigos y compañeros, ni que ellos lo visitaran. Le leía a su esposa en voz alta, le daba de comer como si fuese un bebé y le acariciaba la mano. Ella rechazaba la comida. Se golpeaba a sí misma, y también a su marido, y él lo soportaba todo con la paciencia de un santo. Cuando su esposa se dormía, lloraba como un niño mientras lavaba los platos en la cocina.

Pero su gran corazón no era lo bastante fuerte para asumir tanta pena. Falleció un año después de la muerte de su hijo, cuando iba al trabajo. De repente, sin aviso previo, o pese a todas las advertencias en las que nadie, salvo Aída, había reparado.

A ella, la muerte de su padre le rompió el corazón. Durante años no pudo encontrar respuestas a la pregunta de por qué la muerte de su hermano había descalabrado a toda la familia. ¿Por qué su padre no había reconocido que se estaba destrozando a causa de su esposa y sin poder salvarla? Su madre luchaba con sus demonios en el lejano mundo de su desvarío. Ni ella ni su padre podían rescatarla. ¿Por qué él no lo había entendido? Salvo por eso, siempre había sido muy inteligente. ¿Lo había privado el amor del entendimiento? ¿Se había contagiado de la locura de su esposa y se había enajenado también a su manera? ¿Había sido el amor el causante de la decadencia de aquellos seres tan refinados? ¿Y seguía siendo eso amor? ¿O el amor los había atado hasta tal punto a ambos, a su madre y a su padre, que ya no podían existir el uno sin el otro?

Hasta pasado unos años, Aída no reconocería que esas preguntas la ayudaron a asimilar la pérdida de su padre. La distanciaron de la locura de sus progenitores, lo que supuso su salvación. Pero esa amarga experiencia también la aleccionó: el amor no la encadenaría a nadie.

Una semana después del entierro de su padre, su madre se suicidó en un momento de descuido de su acompañante. Aída estaba en la escuela, mientras su tía atendía, diligente, a su madre. Pero cuando el cartero llamó a la puerta y la mujer bajó corriendo la escalera, la enferma se precipitó de cabeza por la ventana del primer piso. La tía, que aún estaba firmando la entrega del certificado, la vio saltar, lanzó al aire el bolígrafo y grito:

–¡No!

La madre impacto contra el suelo, a penas tres metros del cartero. Murió en el acto.

Curiosamente, la niña no sintió ninguna pena por su madre. Y si el pudor no se lo hubiera impedido, habría dicho a vecinos y familiares: «Dejad de fingir. ¡Es mejor que por fin descanse en paz!»


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Rafik Schami
Sofía o el origen de todas las historias (2016)
Traducción de Susana Andrés
Salamandra, Barcelona, 476pp

Rafik Schami nació en 1946 en el  barrio cristiano de Damasco, donde todavía vive su familia. En la década de los setenta emigró a Líbano por razones políticas y de allí a Alemania, donde se doctoró en Química por la Universidad de Heidelberg. Cofundador del grupo literario Südwind, así como de otras asociaciones literarias y de apoyo a la población siria, trabajó de químico y más tarde empezó a escribir en árabe y en alemán. Miembro de la Academia Bávara de las Bellas Artes desde 2002, Rafik Schami ha obtenido numerosos galardones literarios. Sus obras, que incluye tanto títulos para adultos como para niños, se han traducido a treinta idiomas. Entre ellas, El lado oscuro del amor (2004) y El secreto del calígrafo (2008), ambas publicadas por ediciones Salamandra.

Rafik Schami, Schriftsteller

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